viernes, 9 de diciembre de 2011

GRRRRRRRRRRRRRRRRRR. QUÉ DÍA.

22 de mayo de 2011.

   Desde ayer fue un día inusual: sábado por la mañana, temprano y mi mamá tuvo que ir a un curso de su trabajo, ni modo, me quedé sola en la cama…
  Después, en la tarde, quise estirarme un poco en el patio, oler las flores y tomar el sol, pero el calor era agobiante. Así que desistí.

   Estaba yo rumiando mi aburrimiento y sentía muy poco gusto hacia lo que siempre he vivido, no me satisfacía nada, ni nos premios, ni las palabras amorosas, ni los lengüetazos de Greta… De repente una voz masculina atrajo mi atención: el relato de la suerte de un pequeño macaco que tenía incrustado en el cráneo un aparato para enviarle descargas eléctricas, temblé de terror y puse más atención.
   Creo que todos tenemos derecho a sentirnos insatisfechos con lo que hemos hecho en nuestras vidas, a sentir un malestar hacia los demás de vez en cuando, pero el caso de este chimpancé me conmovió al punto de sentirme avergonzada de mí misma.
   Y por el changuito que logró, gracias a la intervención valiente de algunos hombres, empezar a vivir en libertad, siento un profundo respeto pues en verdad fue fuerte, valiente, resistió las agresiones y el maltrato gratuito y, como recompensa, tiene ahora una familia simia con laque vive en libertad.